viernes, 11 de noviembre de 2011








DESAPROVECHAMIENTO DE UNA CIUDAD DESTRUIDA
COMO PODER DE CONSTRUIR Y EXPERIMENTAR

Dr. Norbert-Bertrand Barbe

                A poco de celebrarse el 40 aniversario del terremoto sufrido en 1972 por la capital nicaragüense, aparentemente, una ciudad destruida es un punto débil, pero en realidad, debería de ser el pretexto y el mejor lugar para experimentos que ciudades construidas, con sus monumentos y edificios históricos, sus grandes bulevares y sus conjuntos vivenciales, ya no permiten con tanta libertad.
                Sin embargo, en la Managua post-terremoto, la ausencia de tejido urbano previo, ya que el condensado centro histórico fue destruido, fue pretexto para 3 fenómenos paralelos, de mismo efecto, que llegaron a crear una extensión no deseada y no deseable del panorama urbano capitalino:
                Primero, las urbanizaciones espontáneas, de pobladores pobres.
                Segundo, las urbanizaciones, con permisos de la alcaldía, realizadas sin ton ni son por urbanizadoras privadas, más interesadas en la ganancia inmediata que en el bienestar ciudadano. Así se llegó a crear, en la entrada de la Centroamérica (primer barrio de Managua, entrando por el Sur desde la carretera a Masaya y Granada), un hospital, llamado Hospital Central, al lado de una gasolinera.
                Tercero, proyectos de urbanizaciones sociales, promovidas por el gobierno, que fueron dispuestas, aparentemente sin plan de ordonnancement  general, y crecieron como hongos en cualquier lugar, con tal de resolver inmediatamente problemas complejos.
                Lo que, visualmente, llegó a producir, por ejemplo, en la misma Carretera Masaya (también conocida por Paseo de la Unión Europea, pero que no es paseo, porque simple y sencillamente no hay acera, sino que se reduce a una mera carretera externa a la ciudad que se adentra, como una aguja, hasta el falso nuevo centro de la capital, falso nuevo centro porque ahí no se hallan más que dos universidades y un centro comercial, aunque lo rodean el cartel general de la policía, la Nueva Catedral, y el Consejo Supremo Electoral), una secuencia de tres edificios, desde la Plaza del Monumento a Alexis Argüello hacia MetroCentro: un hotel de casi una cuadra y cinco pisos (el Hilton Princess), de tipo inglés victoriano, un edificio cuadrangular forado por grandes azulejos a imitación de mármol verde, de apenas 4 metros de alto, y un exiguo edificio, mucho más pequeño que cualquiera de los dos otros, Corte Suprema de Justicia, de color tierra, y flacas columnas, muy lejos de evocar el poder de la Ley y el Orden.
                Ilusoriamente, el reconocido arquitecto Osorio Peters propuso una Managua futura, muy similar en su diseño a las ciudades de ciencia ficción con algo de Brasilia, además que, básicamente sigue en su plan el perfil de la actual Managua (respectando en demasía el de la antigua Managua), aunque con un "monnoriel", suerte de tranvía aéreo.  
                No hubo jamás estudio serio del perfil de Managua y sus fallas, cómo actúan (y seguramente, tanto su sistema de fallas como las características consiguientes de sus temblores es muy particular, como lo es el de cualquier geografía respecto de las demás), para replantearse cómo y dónde reubicar los barrios de viviendas, las vías de tránsito de máxima densidad, y las instituciones municipales y gubernamentales.
                Lo muestra claramente el hecho de que el falso nuevo centro no es sino una extensión del antiguo centro, respectando su estructura lógica: así, entrando a Managua, a una avenida de este nuevo centro está en antiguo, conectado por los buses que van al mercado Oriental. El antiguo centro conservó la oficina central de correo, la asamblea y demás órganos de poder, como el Palacio presidencial y el Instituto (entiéndase Ministerio) de Cultura, cuyo edificio es también el de la Biblioteca Nacional.
                La generalizada falta de consideración del material urbano como en proceso y como posibilidad permanente, se demuestra en la también ausencia de todo parque o arboreto real, siendo el de la UCA una muestra no significativa y no ordenada de algunos árboles en un espacio muy pequeño, sin ninguna propuesta de recorrido, al igual que lo es el arboreto nacional, que no es más que una franja enverjada, al lado de la Asamblea Nacional.
                Tampoco hay espacios peatonales (v. nuestro artículo sobre "Sistema vial y peatonalidad en Managua"), y asimismo la ciudad no es sino un muestrario de rótulos publicitarios sin atractivo, a diferencia, por ej., de Las Vegas (aún con todo y su mal gusto global, v. nuestro artículo sobre "Publicidad").